rocco sarto
asalto al planeta negroSe despertó convencido de que su cerebro había dado con la clave. Todavía no sabía de qué clave se trataba, pero tenía la certeza de que allí, en esa masa encefálica desconocid
comando negroLa taberna se alzaba a unos cincuenta metros del muelle. El olor a pescado añejo parecía haberse amalgamado a las viejas estructuras de madera y crear allí su propio reino ranc
competencia mortalEra una noche serena en la que la ciudad parecía dividida por una barrera invisible pero tan sólida como el material que desde siempre ha diferenciado las zonas altas y pudient
cosas de la guerraSi la estadística es en verdad una ciencia, yo y todos cuantos participábamos en aquella misión estábamos viviendo un tiempo extra. En los últimos meses prácticamente funcionáb
demencia celeste—¿Qué hay de las muestras, Darmy? —Están perfectamente clasificadas, Zak. —¿Contaminación? —No hay evidencias de contaminación. Pero aún no hemos alcanzado la última cota de in
días violentosEra una góndola en el mar. Una góndola fantasmal en medio de una tormenta. Yo estaba con mi padre y mi tío observando las aletas de los tiburones cuando el barquero, una sombra
el desafíoOdiaba hacerlo, pero no tenía más remedio. Miré con desagrado la alacena vacía, las botellas vacías y sentí como una voz de aliento el reclamo de mi estómago vacío. Suspiré res
el doble rostro del deporteEl estadio, abarrotado, con esos inconscientes fanáticos que, contra todas las leyes de la prudencia y las órdenes policiales, se encaramaban a las columnas de alumbrado, parec
el hombre de la calleIba a ser un día triste, claro que cuando me senté en la cama y miré mis pies desnudos todavía no lo sabía. Me había duchado a las cuatro de la madrugada, de modo que sólo cepi
el planeta de los condenadosLas dos lunas eran ojos ciegos e inmóviles en el cielo eternamente pajizo. La superficie del planeta helado se prolongaba hasta el horizonte prácticamente sin accidentes. Una i
en el país del horror—¿Vienes a tomar una copa con nosotros? —No, tengo algo que hacer. Además, prometí a Teresa que regresaría temprano a casa. —Chico, esa mujer te ha atrapado. —Nos hemos atrapad
extraño safariPara cualquiera que se haya embarcado alguna vez el Mar de la China Meridional, entre Taiwan y las estribaciones norteñas de las Filipinas y el continente, tiene un encanto esp
filibusteros del espacioEl espacio. Siempre el espacio. Una infinita oquedad oscura y fascinante. Un mago grandioso y sorprendente que parecía reproducirse más allá de lo imaginable y envolver con su
guerreros del futuroCualquiera diría que aquella gasolinera pertenecía a otra década y tendría razón. El letrero de neón indicaba que además de expender el preciado licor tecnológico también ofrec
la bestia aguardaMort se escarbó los dientes con la punta afilada del lápiz y luego sonrió. Era alto, fuerte y atractivo según algunas mujeres. Tenía un tipo cínico y rasgos de galán de barrio.
la galaxia del adiósEl desierto parecía muerto. Al atardecer, cuando la bola depredadora del sol desaparece tras las montañas de arenisca y la tierra reseca se agrieta una y otra vez, el desierto
la huella del invasorHéroes del Espacio nº 96. Algo funcionaba mal. En algún sitio se había producido un fallo.Miré la pantalla del programador y busqué las coordenadas de error. El resultado fue n
la memoria del futuroLa nave no era más que una anémica libélula de acero en la noche infinita y callada. Una especie de bacteria insignificante en aquel desierto oscuro y abismal, y, sin embargo,
la otra cara del nirvanaLa idea comenzó a tomar forma en su mente como una larga serpiente que se desperezara tras una siesta satisfactoria. La serpiente alcanzó total lucidez y abrió los ojos. Parris
la semilla del horrorFred Manor era alto, con una melena rubia y lacia que debía apartar continuamente de sus ojos y una piel que parecía aborrecer el sol. Era el ingeniero de vuelo, del Astor, una
los cruzados del tiempoLa tormenta no parecía debilitarse y hasta donde alcanzaba la vista, todo era blanco y helado. Los árboles resistían como espectros resignados el embate feroz del viento y su a
madrugada fatalLos sonidos del tren, en la silenciosa y recogida noche de invierno, eran como una llamada del pasado. Las seis horas de viaje desde el hospital militar hasta Nueva Jersey habí
muerte al invasorNecesitaba una copa y me dirigí al bar. Trepé por la callejuela que se alejaba del puerto como una araña fatigada y vieja, sosteniéndome dolorosamente sobre mis piernas. La her
nadie es inocenteEl mar era un inmenso espejo azul, verde, violeta y blanco. El sol brillaba en lo alto y el cielo estaba despejado. La brisa cálida llegaba desde el Este y alteraba levemente l
operación fantasmaEl río se adivinaba en la campiña perfectamente cuidada como un cordel brillante de luna primaveral. A lo lejos, contra el cielo claro, las luces de la ciudad de Oxford reverbe
pesadilla mortalObservé mi rostro por encima de la barra, en la imagen que me devolvía el espejo y no tuve deseos de sonreírle. Estaba más delgado y seguramente más arrugado allí donde comienz
prisioneros del enigmaEra un día muy especial. Mike Harvest saltó de la cama y se desnudó con rapidez. Solo eran las seis de la mañana, pero no deseaba tener problemas con el tránsito de la autopist
réquiem para un sonadorVallance, el nombre de nuestro antihéroe, quien ya en su primera acción mata por recuperar un microfilme a Burdley, otro agente, por encargo de un tercero, un inquietante perso
un caso particularElla se llamaba Veda, era más joven que Bo y trotaba las calles en busca de clientes de cinco dólares. Estaban enamorados. Fue la única vez que les vi juntos, sonrientes y sume
un cliente para el crimenAbrí los ojos con resignación. Tenía la pelambre del pecho brillante de sudor, la boca pastosa y la espalda caliente como un horno. Me senté en la cama y miré hacia la ventana
un combatiente másEl banco no era más que una pequeña sucursal de barrio, sumergida entre dos altos edificios de aspecto deprimente. Los escaparates de varias manzanas habían saltado por los air
una sonrisa antes de morirTenía una copa de whisky en la mano derecha, un cigarrillo en la izquierda y un cansancio húmedo en los huesos cuando escuché la explosión. En otras circunstancias me hubiese d
vagabundo del tiempoEl sol, pálido y anémico, alumbraba la ciudad. A través de los años aquel rey sol, dios poderoso y autosuficiente, había ido envejeciendo paulatinamente, perdiendo en el curso
viaje sin final—¿Qué diablos es eso? En la pantalla de radar de la nave de exploración «Ossa», de regreso a la Tierra, había aparecido un punto luminoso. —¿Brian, qué es eso? —repitió el coma
vuelo sin retornoEl coche se detuvo junto al único sendero que ascendía por la colina y una mujer descendió con presteza y comenzó a subir con paso elástico por entre los arbustos, haciendo rod