prisioneros del enigma
Era un día muy especial. Mike Harvest saltó de la cama y se desnudó con rapidez. Solo eran las seis de la mañana, pero no deseaba tener problemas con el tránsito de la autopista. Se duchó con agua caliente y, en el último momento, abrió al máximo el grifo del agua fría y permitió que su cuerpo recibiera la andanada helada. Su corazón aguantó el impacto y se sintió mejor. Había disipado las telarañas de la noche.