mikky roberts
al margen del horrorUn equipo de rodaje americano se dirige al norte de Escocia, al siniestro castillo de Morven Castle, con la intención de rodar una película de terror. Pronto se darán cuenta de
bajos fondosNino cerró la llave del encendido y salió del “Ford”, golpeando la portezuela con fuerza. Luego, se quitó el flexible perla y se pasó el pañuelo por la frente en un gesto mecán
belleza para morirWill Dolan alzó su vaso de whisky y, a través del cristal, miró a Inge Stenersen. El vidrio aumentó hasta límites jamás soñados el encanto de aquella figura rubia y perezosa qu
cuando acecha evaEl guarda armado que vigilaba la puerta del Estudio número cinco sacudió la cabeza. —Lo siento, amigo, no se permite el acceso. Bruce Davidson sacó del bolsillo un sobre y de é
del mismo paloMiguel María Astraín Bada, (1934, Zaragoza, España), es un escritor, crítico literario y guionista cinematográfico,1 2 autor de 236 novelas publicadas en España, Portugal y Amé
desde el más alláFrank Conrad metió la punta de la plegadera en una esquina del sobre y lo rasgó con un movimiento preciso que repetía innumerables veces cada mañana, cuando abría la correspond
el secreto de las tumbasKenny Abbot agitó el alto vaso gozando con el cristalino tintineo del hielo que flotaba en el whisky. En contraste con el calor exterior la frialdad del vidrio en las yemas de
el violentoLas monedas de oro brillaban a la luz cambiante de la hoguera, y su tintineo constituía el más armonioso sonido que habían escuchado durante los tres últimos meses, tragando po
en la tela de arañaDesde que recibiera aquella carta en el correo de la mañana, no había dejado de pensar en ella. Era muy breve y escasamente reveladora. Quizá eso mismo le proporcionaba el mist
eran cinco diablosMiguel María Astraín Bada, (1934, Zaragoza, España), es un escritor, crítico literario y guionista cinematográfico,1 2 autor de 236 novelas publicadas en España, Portugal y Amé
furia de héroesBoyd Alien centró al jinete que galopaba desenfrenadamente en el punto de mira de su rifle y oprimió el gatillo. Pareció que una mano gigantesca arrancaba de la silla al que hu
intriga diabólicaLevantó el dedo del pulsador y aguardó unos segundos. La puerta se abrió y una mejicana morena, de contornos plenos, ojos abrasadores y blusa blanca de amplio escote que mostra
juez con pistolasMiguel María Astraín Bada, (1934, Zaragoza, España), es un escritor, crítico literario y guionista cinematográfico,1 2 autor de 236 novelas publicadas en España, Portugal y Amé
la rubia de los gatosSan Francisco puede ser una ciudad muy pequeña cuando uno va perseguido. Y aquellos dos individuos sabían cuál era su misión. Estaban decididos a todo, y no andaba yo muy segur
las estrellas también muerenRockwell Cross estaba profundamente ocupado en su despacho de la Delegación de «King Insurances & Co.», en Venecia, había dado orden a su secretaria de que nadie le molestara p
los muertos no se quejanLa rubia parecía compungida mirándole las entretelas a su descapotable rosa, detenido a un lado de la carretera Setenta y siete, de Corpus Christi a Brownsville. Shelby Young,
muerte en tus brazosVesta Deluca se movía en la pecera del «Edén» con suaves y lánguidos movimientos encaminados a subrayar los naturales atractivos de su largo cuerpo tostado, envuelto sólo por l
no toquéis a las siamesas«¡No toquéis a las siamesas!», era una frase-amuleto que habitualmente salpicaba las conferencias que sobra la vida diaria en el sudeste asiático nos daba Sam Ivory en una depe
noche infernalPoco a poco, la luz fue haciéndose mayor, pero la tormenta no disminuía. Los rayos, al surcar el firmamento, continuaban iluminando de cuando en cuando las dunas, y de pronto v
oro líquidoMontaba un bayo de finas patas capaz de ganar cualquier carrera de los contornos. Su rancho tenía fama de ser uno de los mejores criaderos de caballos y las reses que en él pas
plomo anónimo—¡Maldito bastardo! El sheriff se lanzó contra el que tenía enfrente y ambos rodaron por tierra, gruñendo y maldiciéndose. Los golpes, secos, contundentes, demoledores, percutí
puños de granitoGlenn Adams abrió la puerta y entró en el apartamento con la desenvoltura que le daba la repetición diaria de los mismos movimientos. Sin embargo, antes de cerrar, quedó inmóvi
red de traidores—Tuviste mala suerte, Mike —dijo el hombre situado tras el amplio escritorio. Mike Parson le miraba atentamente, diciéndose que no había cambiado en aquellos tres años—. Muy ma
redes de nylon—Una historia como ésta puede interesar a nuestro periódico, Mac —dijo Trumbull, empequeñecido bajo los gruesos aros de sus gafas—, siempre que sea verdadera y podamos apoyarla
reportaje especialLa culpa de todo la tuvo mi novia, Las mujeres suelen ser maravillosas hasta que empiezan a sentir celos. Entonces, de una bagatela organizan la guerra de Corea y no hay forma
satélite científicoJIMMY Longstreet estaba contento aquella mañana. Quizá fuese porque el sol brillaba en el cielo habitualmente gris de Copenhague, recordándole con un poco de buena voluntad Pal
seis balas de plomoLa voz del “sheriff” resonó bronca: —¡Rodead estos corrales! No puede estar muy lejos.Dixie Crane escuchó aquella orden con una fría sonrisa en los labios. Era a él a quien bus
un sheriff y una tumbaLos pasos precipitados sobre la acera de tablas concluyeron al entrar el hombre en el saloon, entrecortada la respiración por la carrera. —¡Los hombres de Walker vienen por Wes
una estrella con problemasPeter respondió con un gruñido al saludo del ascensorista y recorrió el largo pasillo hasta detenerse ante una puerta en cuyo centro una pequeña placa de latón pulido informaba
vampyrTodo comienza con una carta recibida en la redacción del periódico “El Clarín” (curioso nombre para un periódico de Londres), en la que un vecino de Mallaig, un pueblecito de E
venus negraUn investigador privado es contratado por un negro de New Orlands para descubrir quien asesino a su hija. Los principales sospechosos son un policía y su hijo blanco que son un
¡plástico!La sala del “Burlesque” guardaba un respetuoso silencio a la vista del espectáculo que les ofrecía Gigí desde la pista circular. Solamente un foco bañaba su piel pálida y joven