la rubia de los gatos
San Francisco puede ser una ciudad muy pequeña cuando uno va perseguido. Y aquellos dos individuos sabían cuál era su misión. Estaban decididos a todo, y no andaba yo muy seguro de poder librarme de ellos. Eran duros y hábiles. De anchos hombros, cuadradas mandíbulas y cuellos macizos, que denotaban sus aficiones pugilísticas. Eran dos contra uno, más fuertes que yo y con pesados revólveres junto a sus sobacos.