g. núñez de prado
cuando el abismo sonríePaolo de Capri, forzado por el capitán pirata a aceptar las condiciones que este quiso imponerle en la infame venta de Rosina, si no quería perder el riquísimo tesoro que el ch
el buitre de los alpesHacía ya una semana, próximamente, que Pietro de Veroni había abandonado el lecho, y a la sazón hallábase completamente restablecido de la terrible puñalada que le asestara Pao
el espectro del fantasmaJohn Stugart había triunfado esta vez de su mortal enemigo Paolo de Capri; pero solo a medias, pues mientras el audaz y terrible bandido no quedara inutilizado para siempre, ya
el sepulcro de nieveBajo una lluvia de fuego, el yate de Paolo navegaba a toda máquina surcando con su afilada y esbelta proa las serenas y verdes ondas del mar de la China. En su camarote, inclin
el vengador de ultratumbaEn uno de los innobles tugurios que abundan en el puerto de Vancouver, en los que suele reunirse la hez de aquella población de carácter cosmopolita, aunque predomine en ella e
la boca del infiernoLa pareja de «policemen» que prestaba servicio en los alrededores del cementerio, estaba de un humor de todos los diablos. El que hacía de jefe, un viejo sabueso, de bigotes gr
la escala de la muertePasados los primeros instantes de estupor, Paolo Capri fue recobrando poco a poco la serenidad, y mientras los demás forajidos corrían a la desbandada, supersticiosos y trémulo
la gratitud de una fieraReciente todavía la última y escandalosa hazaña del famoso Fantômas, la noticia de un nuevo y espantoso crimen cometido la noche antes, según relataba la prensa del día, y atri
la muerta resucitadaLa burla y la chacota de las numerosas personas que desde los andenes de la estación del Havre presenciaban cómo los gendarmes ponían las esposas a John Stugart, que habría sid
la reina de los takalis¿Cómo era que Paolo de Capri encontrábase en aquella parte de la Colombia Inglesa, y pudo surgir con la necesaria oportunidad para salvar a la prometida del lord de la espantos
la virgen del lagoEl buque en que navegaba Paolo de Capri, propiedad, como ya hemos dicho, de la temible asociación «Los Hijos de Mesalina», y a bordo del cual iban también prisioneros del bandi
la virgen ultrajadaLa Casa Dumazel, uno de los establecimientos más acreditados de París en el ramo de sederías y novedades para señora, acababa de abrir sus puertas, algo más temprano de lo que