el espectro del fantasma
John Stugart había triunfado esta vez de su mortal enemigo Paolo de Capri; pero solo a medias, pues mientras el audaz y terrible bandido no quedara inutilizado para siempre, ya fuera apoderándose de él a fin de encerrarlo en una prisión, donde purgara los muchos y horrendos crímenes que había cometido en su larga y trágica vida, llena de sangre y horrores, o tratándole como a una fiera, volándole los sesos sin compasión alguna, volvería a empezarse de nuevo; lo que, en definitiva, era lo mismo que si no se hubiese hecho nada. Porque, en efecto: el lord escocés, salvando a la inocente y desdichada Emma de una muerte segura, casi milagrosamente y jugándose la vida, con el sobrehumano valor que constituía una de sus cualidades más admirables, contra la desencadenada furia de los elementos, había inutilizado el feroz propósito de venganza que el bandido italiano, en la desesperación de su derrota, quiso llevar a cabo; pero, en cambio, ni él ni los que le acompañaban consiguieron dar con el paraje en que aquel seguramente se había refugiado, puesto que era indudable que, hallándose en plena mañana y pudiéndose abarcar con la vista una inmensa extensión de la costa, desde lo alto del acantilado. Paolo no hubiera podido emprender la fuga sin ser visto por sus perseguidores