vic peterson
bar aventuraKit Doyle es un detective privado de Cleveland que, tras una noche de borrachera donde flirteó con una pelirroja y una morena, llega a su casa donde es asaltado por un delincue
curvas de muerteLa pancarta metálica hacía chimar sus engarces en torno al vástago saliente, sobre el dintel de la obscura tienda. El viento áspero silbaba por la estrecha callejuela del Bronx
el asesino busca esposaKent Chandler echó hacia atrás la cabeza, y el alevoso manotazo destinado a cogerle los cabellos resbaló. También desplazó aire el zurdazo que en veloz gancho subía con la malé
el asesino de estrellasMilton Miller titubeaba raramente. Si era jefe del personal detectivesco de la acreditada agencia «P-Men», debíase entre otras cualidades, a la de poseer un carácter más que de
el asesino reside en comisaríaDudley Kerrigan no pecaba de excesivamente suspicaz, pero tampoco era ciego. Además, su profesión le capacitaba para saber cuándo le seguían, puesto que el «abecé» de su pan co
el caso de la pobre millonariaRusty Cradock es un excombatiente de la II Guerra Mundial que luchó en Nápoles y ahora ha regresado a San Francisco. Allí, en la ciudad del Golden Gate, le surge un trabajo ext
el caso de las novias rabiosas—¿Qué sabes del encantador y embustero príncipe Mihail? —preguntó Carol Leroy. Su interrogación fué hecha en tono muy cariñoso, pero con la intención de un banderillero. Margar
el caso del buscador siniestroLas sensaciones puramente animales, las percibía plenamente. Y podía proyectar sobre su pantalla cerebral, cuantas vicisitudes físicas había atravesado, desde el momento en que
el caso del landrú californianoEl rutilante bar en su larguísima elipse, reflejaba en los espejos centrales muchos rostros célebres, que adornaban revistas de modas, de arte y cinematográficas. Maniquíes, af
el caso del premio de bellezaTony Orlando, nombre falso del mafioso Charles Renzio, está instalado en un hotel de lujo en Coral Gables, Miami. Viene de Tampa, donde en una refriega con la policía ha asesin
el caso del verdugo chinoMark Sylvester empujó la puerta, y penetró en el recinto insonorizado que aislaba confortablemente a Lee Vanberg, el propietario del semanario «Cuatro Horizontes». Lee Vanberg
el heraldo de la muerteCada vez que Owen Trevor se encontraba limpio de bolsillo, su elástica conciencia perdía la flexibilidad habitual, para convertirse confusamente en voz acusadora. Una voz íntim
el suicida asesinadoEl poste con sus cuatro flechas en aspa tenía en su centro un disco plateado anunciando que la próxima localidad en la carretera de Hudson era Mound Troy. Y dos cifras en rojo
el «gang» de los luchadoresHundidas las manos en los bolsillos de su gabardina, el capitán Guy Dickson avanzó por el patio cuyo empedrado tenía reflejos mortecinos en su resbaladiza humedad. En aquel rec
espectros en la boleraHelen Davis consiguió, después de varios intentos, aparcar su «Lincoln» en zona reglamentaria y no demasiado alejada del «Romanoff». Retirando la llave de la portezuela, prefir
la ronda de los chacalesLa más grande y famosa playa de Nueva York se convierte en un hormiguero humano, mientras arde el día. Por la noche, Coney Island crepita con el estallido ruidoso de sus múltip
los gánsters investiganSi Dave Conway hubiera sido más diplomático y menos violento de carácter, sus propios compañeros de profesión no le hubiesen calificado de salvaje testarudo. Pero Dave Conway,
planetas sangrientosUbicados en la ciudad de Nueva York en 1942, la novela arranca con la presentación de Triplex, un seductor «apache» en un cabaret que se gana la vida ejecutando un espectáculo
rapsodia de crímenesEn la amplia rotonda del «Ramanoff», los camareros de frac blanco, tenían hartura de ver mujeres bonitas, que acudían de los barrios de Beverly Hills, Santa Mónica, Hollywood y
rumbo a sing-singCraig Henderson hubiera podido pasar por sudamericano. Había incaicas ascendencias en sus negros ojos rasgados, que podían ser, según las circunstancias, crueles con frialdad,