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vic peterson

el heraldo de la muerte

Cada vez que Owen Trevor se encontraba limpio de bolsillo, su elástica conciencia perdía la flexibilidad habitual, para convertirse confusamente en voz acusadora. Una voz íntima que venía a decirle que no valía la pena, ser considerado un granuja, no tener amigos ni hogar, si además no poseía siquiera unos centavos para convertir en humo inspirador, porque era infalible que, diera o no el cáncer, el tabaco le proporcionaba un total desprecio del concepto ajeno.