lewis haroc
al caer la nocheEl profesor Fantiman es asesinado en su laboratorio por un ladrón desconocido. El objeto del robo es la fórmula secreta de la bomba H. Spencer Dormer, uno de los ayudantes del
cuatro audacesEVIDENTEMENTE, el coronel Hager estaba preocupado. Tenía las manos cruzadas ante él, y cuando las contraía, sus nudillos se blanqueaban por el esfuerzo. Una ancha mesa de despa
esta es nuestra tumbaEN el cielo no parpadeaba ni una sola estrella. Negras nubes corrían en dirección a la costa, empujadas por algunas ráfagas de aire frío, procedente del mar. Pero, a pesar de l
la ley del terrorMICHEL y Alan, sentados ante los restos de una suculenta comida, contemplaban la vida con la satisfacción que da un estómago lleno. Michel acabó de apurar su cigarrillo y aplas
los zapatos del muertoLuke Ford masculló una maldición, pero siguió pedaleando con fuerza, carretera adelante. La lluvia caía a cántaros sobre sus espaldas casi desnudas. Eran gruesas y pesadas gota
no escaparás de míLos dos coches se deslizaban vertiginosamente por la carretera. La luz de los faros iluminaba el camino, y los árboles, más visibles por las bandas pintadas con cal en la mitad
pagarás con sangreLos tres hombres que ocupaban la celda, no tenían nada en común, excepto tal vez, el hecho de que cada uno de ellos era alguien dentro de la especialidad delictiva que los habí
s.o.s.El «Cadillac» color azul eléctrico devoraba la cinta de la carretera a razón de cuarenta millas por hora. El conductor trataba vanamente de alcanzar al «Chrysler» color marrón
sol sangrientoLAS sombras envolvían la carretera de Argel a Cherchel. Las nubes ocultaban una luna triste y desvaída, en cuarto menguante; que se mostraba impotente para alumbrar la tierra.
tráfico mortalHe aquí un título que nos relata las andanzas de viles mercaderes, mercaderes de la muerte que se enriquecen con sangre ajena.
un coronel de tanquesLA operación “Cobra” estaba en marcha. Participaban en ella cuatro divisiones de Infantería y la Segunda y Tercera Blindadas, integrando todas el Séptimo Cuerpo de Ejército. Ha
un hombre siniestroWARREN Harvey secóse el sudor de la frente con la manga de la camisa y miró hacia adelante, pero tuvo que cerrar los ojos y posarlos de nuevo en la cabeza de su caballo. La fue
¡codicia!No cabía la menor duda de que Lanham Cheson esperaba a alguien. Lo denotaban las frecuentes miradas que lanzaba a su reloj de pulsera y la nerviosa impaciencia con que estrujab
¡sabotaje!La aguja del cuenta-millas temblaba, oscilando hacia las sesenta por hora. El hombre que empuñaba el volante pisó a fondo el acelerador, y el coche saltó hacia adelante, desarr