la ley del terror
MICHEL y Alan, sentados ante los restos de una suculenta comida, contemplaban la vida con la satisfacción que da un estómago lleno. Michel acabó de apurar su cigarrillo y aplastó la colilla contra un plato. —¿Por dónde vamos a empezar? —preguntó Alan. Durante la comida habían trazado su plan de batalla, tratando de encontrar el medio de ponerse sobre la pista de los asesinos de su compañero, pero no habían conseguido llegar a encontrar un medio satisfactorio. —Mal asunto eso de pensar con el buche repleto, ¿no te parece, Alan? Éste afirmó, sonriendo, y luego agregó: —Sin embargo, tenemos que hacer algo, amigo.