jan hutton
botín de sangreNinguno de los viajeros se dio cuenta de que la diligencia corría hacia una tragedia. Salvo, precisamente, el hombre que había sacado su brazo por la ventanilla. Dijo, para jus
camada de lobosJan Hutton es el seudónimo de Ángel Rodríguez Illera LOS labios que besó Tom estaban fríos, no contestaron a su caricia. Pero no fue eso solamente. Jenny logró zafarse del abra
doctor verseGoldie no hizo nada por incorporarse, por lo que el agente especial la cogió de la mano y la obligó a hacerlo. Según estaba, sin permitirla que fuera al cuarto de aseo o para a
el graznido de los cuervosNO podía dormir. A pesar de que se le cerraban los ojos. A pesar del agotamiento. Llevaban así dos días; esperando, sabiendo que la muerte tenía que llegar antes o después. De
el precio del rescateLa noche había transcurrido al fin. La primera noche de su matrimonio, y acaso la última también. Willard Olbricht contempló la leve claridad de la aurora que penetraba a travé
ella y el asesinoLLEVABA muchas horas esperando en el hotel. Y el hombro le dolía. No lo suficiente desde luego para impedirle acudir aquella noche a la cita con las planchas que valían cien mi
guarida de lobosWilly Winkle metió sus dedos entre el cuello de la camisa y la carne intentando sin duda que entrara algo de aire en su cuerpo por aquel procedimiento. O quitarse el copioso su
guerrillerosPESE a que estaban en diciembre, el calor dentro de aquella habitación parecía hacerse inaguantable. El único inglés de la reunión, Alec Bailey, se había pasado ya la lengua un
la encrucijada sangrientaFRED rehusó jugar. Mientras los cuatro hombres que le acompañaban se ponían en torno a la mesa, él permanecía junto a la ventana, atento al ruido de la calle. Los cuatro hombre
la jauríaLA orden era: DEJADLE LLEGAR. Y aquella noche, Bart Dugan llegaba a Nueva York en vuelo directo desde Europa. Los tentáculos que se habían tendido en torno a él significaban al
la muerte no suelta la presaEl encargado del dormitorio arrugó el ceño. El cuerpo de una persona acababa de interponerse entre él y la luz. Pero era su trabajó. Sus dos manos sostenían un periódico de la