el graznido de los cuervos
NO podía dormir. A pesar de que se le cerraban los ojos. A pesar del agotamiento. Llevaban así dos días; esperando, sabiendo que la muerte tenía que llegar antes o después. De noche vigilaba él. A la luz del sol, la muchacha Se apostaba junio a una de las ventanas hora tras hora fija en la oscura densidad de los árboles. Una vez más la oscuridad empezaba a extenderse en torno a la casa. Dentro estaban ellos dos, solos, Al y ella. Esperando.