PAÍS LIBRO

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jan hutton

la encrucijada sangrienta

FRED rehusó jugar. Mientras los cuatro hombres que le acompañaban se ponían en torno a la mesa, él permanecía junto a la ventana, atento al ruido de la calle. Los cuatro hombres se enfrascaron enseguida en el póker, sin darse cuenta de la extraña actitud de su compañero. Guardaban silencio, por lo cual alrededor de la mesa, iluminada por una lámpara de tulipa muy baja, podían oírse sus respiraciones y las maldiciones que profería alguno cada vez que el mestizo, con una suerte sospechosa, se llevaba el dinero. Hacía un rato que empezaron la partida, el suficiente para que el mestizo tuviera ya en su poder un montón de billetes mugrientos.