el pánico del siglo
Herbert empezó a reñirla por la falta de respeto hacia el fantasma de Dickens y los dos se acodaron en la ventanilla, después que el joven hubo hecho descender el cristal. Empezaba a obscurecer y el andén, lleno de gente, hervía de voces y gritos. A más de un continental le habría admirado aquella animación en una estación inglesa. Con frecuencia se tiene el hábito de encasillar a la gente. Lo cierto es que un tren inglés en verano, en época de vacaciones, y en la costa de East Anglia, el antiguo Reino Sajón de la parte oriental de Inglaterra, resulta tan bullicioso como otro cualquiera de un país meridional.