PAÍS LIBRO

Autores

ronald mortimer

excursión al infierno

En el preciso instante en que una nube ocultó la Luna, el prisionero trepó por la escala torpemente confeccionada, y llegó a lo alto del muro, sentándose a horcajadas sobre él, para disponerse a dar el salto de cinco metros que lo llevaría a la libertad. Estaba ya con las dos piernas colgando hacia el vacío, cuando el violento ulular de una sirena de alarma envolvió la noche con su mensaje de peligro y muerte. De inmediato, comenzaron a encenderse focos por todas partes. Maldiciendo para sí mismo, el prisionero saltó. Como muy bien sabía, le esperaban las barrosas aguas del remedo de un foso medieval. Aunque sucio y pestilente, era un buen colchón para amortiguar el golpe. Sintiendo que le dolía hasta el último hueso, pero con la alegría de poder moverlos todos, el prisionero se incorporó chapoteando en el barro y se dispuso a comenzar la última parte del plan que tan cuidadosamente meditara en las interminables noches de cautiverio.