PAÍS LIBRO

Autores

ronald mortimer

esmeraldas sangrientas

—Señor Ellsworth, el doctor Fitzgerald quiere verle en su despacho. —¿El doctor Fitzgerald? ¿A mí? —Sí, a usted. El joven científico se ajustó las gafas sin advertir ni remotamente que el «Sí, a usted» del conserje estaba a mitad de camino entre el aburrimiento y la burla. Él nunca advertía nada fuera de lo que estaba haciendo. Y lo que en esos momentos hacía era de suma, trascendental importancia. Y, desde luego, una de las más excitantes tareas a las que podía dedicarse un ser humano. ¡Nada menos que cruzar una Odontoglossum grande con una Polystachya bella!