PAÍS LIBRO

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robert deaf

la muerte blanca

EL silencio era sepulcral. Los combatientes de uno y otro bando contenían el aliento en aquella oscura madrugada de la primavera de 1945. Ni un solo disparo. Parecía como si todos ahorrasen hasta la última bala, hasta la más mínima porción de energía, en espera del apocalíptico choque, cuya eminencia presentían se aproximaba. Densos nubarrones cubrían el cielo, presagiando la tormenta. En todos los corazones latía la tragedia. —¿Qué hora es, sargento? —preguntó un soldado. —Las tres menos diecisiete segundos.