PAÍS LIBRO

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red harland

convicto de traición

Puede usted pasar, Miss Sidney. La joven alzó la cabeza con lento ademán ausente. Sus grandes ojos grises verdosos miraron al capitán sin un solo parpadeo, tan estáticos e inmóviles como cuando los tenía clavados en el suelo. Con movimiento maquinal, abandonó el banco de madera en que estaba sentada y avanzó por el obscuro y ancho pasillo los tres pasos que la separaban de la puerta reforzada con hierros que el capitán mantenía abierta.