dos chicas con dinamita
ADAM GILMAN no podía ya con su alma, cada paso que daba por la ardiente arena le costaba un titánico esfuerzo y en la última media hora se había caído siete veces. Se tambaleó, intentó avanzar y finalmente se desplomó de nuevo lanzando un resoplido. Ya no le quedaban fuerzas para seguir caminando y tampoco las tenía para intentar levantarse. Tomó la firme decisión de quedarse tumbado en la arena hasta que el implacable sol convirtiera su poderosa anatomía en un montón de huesos calcinados. Su compañero de fuga, Mark Kennedy, dio unos cuantos pasos en dirección a él y se plantó a su lado. —Vamos, Adam, deja de gandulear. Adam Gilman reunió las fuerzas que le quedaban para lanzarle una mirada asesina. —Maldito seas mil veces, liante.