el solitario
Cuarenta y ocho horas después, Fern Ribbons volvía a ser persona. Habíanse coloreado sus mejillas, brillaba, aunque tenuemente, su mirada… Se encontraba muy débil, pero ya podía asegurarse que la muerte había perdido, por entonces, su presa. Los cuidados de Spencer Keynor, el bandido «que tenía la desgracia de ser casi médico», habían sido eficaces, aunque en realidad lo que produjo el milagro fue la perfecta dosificación, siempre en aumento, de alimentos que le suministraron.