PAÍS LIBRO

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raf segrram

el rebelde enmascarado

El coche aguardaba a la puerta. Cerca del mismo, dos ayudantes del sheriff hacían caracolear los caballos, mientras llegaba la hora de partir. Aparecieron Irene y Bette, acompañadas de James, el cual, luego de besarlas, repitió sus excusas habituales: —Procurad que la abuela me disculpe. Me gustaría ir con vosotras, pero no dispongo ni de un minuto para mis cosas. Prometedle que la visitaré apenas me sea posible. —Lo haremos así. —No te preocupes. Mi madre es comprensiva.