el aprendiz de vaquero
El invierno había hecho ya ligeros conatos de aparición: la Sierra de Ancas comenzaba a perder su tono azulado y a ofrecer manchones parduscos; los salvajes montes Mazatzal mostraban breves coronas níveas, y las trescientas millas de la Meseta de Mofiallán semejaban un monstruo ondulado con el cuerpo de plomo y la cabeza de sol.