venganza sutil
La miró con odio. Con un odio casi reluciente. Visceral... No se trataba de un odio nacido espontáneamente como consecuencia de una circunstancia adversa, de una contrariedad indignante... No, no era eso. Era un odio profundo, lento, que se había ido gestando hora a hora, día tras día, hasta convertirse en un odio adulto, brutal, que se imponía a los demás sentimientos. Era, ya, un odio definitivo. Un odio a muerte.