la reina del sol poniente
Lucas soltó una carcajada. Charlie no dejó de reconocer que la dentadura de su amigo la envidiaría un lobo rojo. El mejicano, cuando terminó de reír, exclamó: —¡Mi joven y rubio amigo...! ¡Querido Charlie! Eres el perfecto comerciante de las praderas. Cuentas los embustes más deliciosos que jamás oí. ¿Sabes que nadie diría que se trata de un principiante? Charlie frunció el ceño. Sin embargo, estaba acostumbrado a las burlas de su amigo y no quiso darse por ofendido. Solamente se limitó a responder: —Puedes reírte cuanto quieras, dientes de oso gris; pero te juro que es verdad. Mi familia es una de las más ricas de Baltimore.