PAÍS LIBRO

Autores

maurice lenoir

tras la cautiva

El rostro de Twitch Dieter no convidaba precisamente a la simpatía. Era la suya una cara feísima, que recordaba a un perro dogo. Saludó al señor Sourdez, dándose un toquecito con el dedo al ala del salacot que llevaba y luego, correspondiendo a la indicación muda que le hizo el millonario, se dejó caer —más bien que se sentó— en un sillón que había frente al padre de Diane. Reinó un breve silencio, en el que el millonario y Laurent parecieron observar atentamente al recién llegado que fumaba con verdadera desfachatez.