sangre, oro y ¡gloria!
Fue en el quinto toro de la tarde y al entrar a matar, cuando Julio Cárdenas Paredes recibió la cornada en la ingle derecha, en una trayectoria fatalmente ascendente hacia los intestinos del espada, que había tenido el valor de efectuar la suerte recibiendo a la fiera sin moverse para recetarle una estocada de ley. El estoque penetró en el centro superior de las agujas, en plena cruz y hasta la empuñadura; pero a su vez, aquel bravo y magnifico zaino de quinientos treinta kilos, de la ganadería del conde de Monte-Alto, acertó a hundir su asta en las entrañas del hombre. Heridos de muerte los dos, por un instante ambos cuerpos se agitaron con la angustia, formando una sola unidad.