PAÍS LIBRO

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lucky marty

fuego en el cielo

En aquella ocasión a Glen Trewor no le valió su sugestivo porte varonil, su labia, la simpatía que solía generar y ni tan siquiera sus credenciales de periodista. La pelirroja recepcionista se cerró en banda y una y otra vez denegó: —Lo siento; no puede usted pasar, señor Trewor. —¿Me conoce, preciosa? —Precisamente por eso. —¿Qué quiere decir, encanto?