la sirena y la muerte
Cabalgaba descuidadamente, relajado y sintiéndose en paz con todo el mundo, incluso consigo mismo, cosa que no siempre sucedía. De modo instintivo, el caballo seguía los profundos surcos dejados en el reseco camino por los carros sin que el jinete le hiciera indicación alguna, como dejándole la iniciativa de la ruta a seguir.