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larry hutton

la risa del ahorcado

El tipo que estaba encima del cadalso, con una soga al cuello y las manos atadas a la espalda, no tenía ningún motivo para reírse, ciertamente. Sabía que cuando se abriera la trampilla que estaba debajo de sus pies, su cuerpo, falto de apoyo, se precipitaría por la abertura, retenido, a un par de palmos del suelo, por la cuerda que, después de una sacudida brutal, acabaría por estrangularle.