PAÍS LIBRO

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larry hutton

la balada de los bastardos

Bud, aunque era más fuerte y corpulento que Sam Collins, era evidente que llevaba las de perder, ya que su rival esquivaba los golpes con la maestría de un consumado púgil y siempre conseguía encontrar el camino de los puntos más vulnerables de su enfurecido oponente. La lucha, cada vez más enconada, tenía un testigo: un mexicano de mediana estatura, calmoso y achaparrado, que gozaba del espectáculo sentado sobre una roca, mientras se escarbaba los blancos dientes con una brizna de hierba seca.