PAÍS LIBRO

Autores

kelltom mcintire

no puedo creérmelo

A las cuatro, cuarenta de la tarde, sonó el teléfono en la residencia de sir Danton Malvory. Eustace, el impecable mayordomo, fue a llevar el aviso a la biblioteca, donde sir Danton descabezaba una siesta al amor de la lumbre. Malvory respingó sobre el sofá Chester, miró a Eustace, bostezó, desperezó sus extremidades anteriores con una amplísima distensión, se sacó los puños de la camisa en los que lucían costosos brillantes y se hizo repetir el informe por su mayordomo. —El teléfono es para usted, señor. Conferencia de larga distancia. Le llaman desde Ciudad de El Cabo —repitió el eficaz Eustace.