PAÍS LIBRO

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kelltom mcintire

la última noche de preston kodel

—Lo siento, Val, querida —dijo el hombre—. Pero debemos despedirnos ya. Recorrió la distancia que mediaba entre el diván que ocupaba la bella mujer rubia y el ventanal, miró al exterior atentamente y añadió: —Para siempre, claro. Val Westady se encogió en su asiento, dominada por el pánico. Era incapaz de reaccionar. De agarrar la botella de whisky, por ejemplo, y estampársela al hombre en la cabeza. El terror la paralizaba, le impedía todo movimiento de defensa. Y el hombre estaba acercándose a ella. Vestía unos pantalones con la raya impecablemente marcada y sus movimientos eran fáciles, seguros.