PAÍS LIBRO

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kelltom mcintire

la sombra de charigan

—No le dejaré escapar vivo. El hombre que acababa de hablar era Walt Ironwood, un hombretón de canoso bigote recortado, chaquetón de borrego, vuelto en las solapas, y sombrero gris Stetson. Sus ojos de color acerado, brillaban tenuemente a la luz mortecina de la tarde, brumosa. Hacía frío. Por el páramo liso y llano, corrían redondas bochas impulsadas por el viento inclemente del norte. Unos treinta hombres del rancho Dobleuve-Ironwood rodeaban —rifles en mano— la derruida misión de San Pancracio.