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kelltom mcintire

el secreto del «palarnaja»

No volví a recordar la llamada de míster Brassing hasta la tarde siguiente, cuando llegué a mi consulta de Moorgate. Según me dijo Alice Richards, mi eficiente ayudante, en la sala de espera aguardaban once personas. Y una de ellas era precisamente míster Anthony Brassing me había llamado por teléfono la noche anterior.