el asesino acusa
Siempre me había preguntado si existía la casualidad, y la respuesta era que no. Y si no, veamos. ¿Es casual que a uno se le ocurra ir a ver a un amigo con el solo objeto de saludarle? Seguro que no, ¿verdad? Pues eso es lo que me ocurrió a mí, aquella mañana. Della no se encontraba en el apartamento, había ido a pasar unos días con unas amigas y yo me aburría como una ostra. Bostezaba a cada momento y ante el temor de continuar haciéndolo y criar una perla, también como una ostra, tomé el sombrero, abandoné mi apartamento, descendí hasta la planta baja utilizando el ascensor y me encaminé hacia el garaje donde guardaba mi coche.