buitres de chicago
Sentía asco del hombre que la estaba besando. De ella misma, y de todo lo malo que representaba Tim O’Connor. Pero Nora Latimer no podía decir ni hacer nada al respecto, ya que más grande era su miedo que el asco que pudiera sentir por el gángster. Y por esto mismo, estaba correspondiendo a la caricia como si le agradara, con los ojos cerrados y los senos palpitando descompasadamente, aturdiendo al hombre con el calor de su cuerpo y su perfume. Tim sólo sabía que la tenía entre sus brazos, que ella estaba enamorada de él. Pero la realidad era muy otra. Nora le estaba besando, sí, pero con el pensamiento puesto en otro hombre, al cual conoció hacia algún tiempo, y que no había parado mientes en ella, y no por miedo a OʼConnor precisamente.