el fantasma asesino
Lionel Blake dio una orden al «abadís» que conducía el carricoche, y éste se detuvo. Echó pie a tierra, pagó espléndidamente, obteniendo con ello reverencias y bendiciones, y quedé unos momentos contemplando el edificio, rodeado de jardín, que se ofrecía a sus ojos. Era grande, destartalado y tétrico. Por encima de la verja, a base de barrotes y chapa de hierro, realizado con el fin de que desde la calle no pudiese verse el interior, aparecían las copas de unos árboles añosos, retorcidos, faltos de savia. Aquélla era la mansión de Melwyn Thorbun, polifacético hombre de negocios establecido en El Cairo, donde había cimentado una cuantiosa fortuna.