sangre maldita
SONY Prescott se había alzado con un millón de dólares de la banda de Uppton Frodd «El Tipperary», producto del asalto que llevaron a cabo sus «muchachos» en el pabellón del gobierno de la Northwestern University, allá por el otoño, a finales de noviembre. Así empezó la cosa. Hay que decir, para el mejor conocimiento de los hechos, que el tal Sony era un tío reservón, quijada larga, ojos saltones y caídos como dos gotas de plomo, pelo grisáceo, lacio, y nariz ganchuda. Se contaba de él que hubo una época de su vida en la que se portó como un honrado ciudadano, ejerciendo la abogacía. Pero eso no dejaba de ser una fantasía histórica como las de ciertas virtudes femeninas.