un jugador brasileño
PIÑEIRO se acarició suavemente la barbilla con una de sus largas y afiladas manos, mirando con cierta ironía a su interlocutor. —Puede usted tener talento para las cartas —dijo este—, pero no la tiene para conocer los pueblos y los hombres. Se equivocó por completo si creyó encontrar en Big Tuttle alguien a quién desplumar… Aquí no hay dinero ni lo ha habido nunca. —No lo afirmaría yo tan rotundamente —dijo Piñeiro.