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j. gubern

¡adiós, capitán!

UN perro ladró con exasperante persistencia, pero los dos jinetes que recorrían lentamente la calle principal de Pueblo Hueso en aquel mediodía de calor asfixiante, no le prestaron ninguna atención. Para un espectador masculino, aquellos dos hombres no ofrecían otra particularidad que su condición de forasteros, siempre interesante; pero las dos muchachas que los contemplaban desde la ventana de una de las casas de adobes, concentraban sus curiosas miradas en otras de sus características, quizá menos trascendentes.