PAÍS LIBRO

Autores

j. dixon

selva cruel

El fugitivo se detuvo entre los matorrales, para contemplar el poblado que se alzaba junto al río. Por un momento, sintió un profundo alivio al contemplar los edificios de madera con sus techos de paja y las amplias cercas donde se encerraban las fieras. En torno a ellos, se extendía la selva, tupida y absorbente. El sol brillaba sobre el poblado, extendiendo sus cálidos rayos que aturdían los sentidos. El fugitivo se tendió en el suelo. Estaba hambriento y fatigado. Pero bajo su reluciente piel negra se extendían los músculos duros y potentes. En su semblante de facciones achatadas brillaban la astucia y la decisión.