harter, investigador privado
Estaba de pie en el umbral de la oficina y parecía asustado. Tendría alrededor de cincuenta años y era un hombre alto y atlético. Sus cabellos negros estaban salpicados por algunas canas. Sus ojos eran azules y fríos. Antes de trasponer la puerta, el hombre miró dos veces hacia atrás como si tuviese miedo de que alguien le estuviese espiando. Finalmente se decidió a entrar y cerró la puerta tras de sí. —¿Al Harter? —preguntó. —Sí —respondí—. Pase.