clifford hilton
brigadas especialesA bordo de su Starfighter, el capitán Patrick Bringham divisó las primeras luces del amanecer y el sol, como una enorme bola anaranjada, se elevó majestuoso en el horizonte. De
cadáveres a mis piesEl hombre tenía un revólver en la mano y me apuntaba directamente a la barriga. Nunca le había visto antes. Al menos no lo recordaba. Tendría unos treinta y cinco años, el pelo
chacales de angolaLas calles de Nueva Lisboa tenían un aspecto deplorable. Casas semidestruidas, coches incendiados por el efecto de las bombas y los cañonazos, gente llorando por las calles y p
comando suicidaEl capítulo5 ha desertado, aunque la pena por deserción sea la muerte estamos dispuestos al perdón si aparece. El capítulo se debió de perder a quien hizo el escaneo o el OCR,
harter, investigador privadoEstaba de pie en el umbral de la oficina y parecía asustado. Tendría alrededor de cincuenta años y era un hombre alto y atlético. Sus cabellos negros estaban salpicados por alg
héroes sin rostroEl capitán Philippe Donadieu escuchó el zumbido de la radio y conectó el transmisor. —Aquí el capitán Donadieu. ¿Quién habla? —Teniente Cassure del servicio de información de l
más allá del paralelo 38Ernest Cotten escuchó a lo lejos el rugido de unos motores y se incorporó en la cama. Era un zumbido apenas perceptible, por lo que supuso que se encontraba a varias millas de
misión sin retornoEl coronel Buster era un hombre grande, en el sentido más amplio de la palabra. Tenía una gran cabeza ovalada, del tamaño de una pelota de rugby para gigantes. Sus manos no era
nido de espíasLorna era una de aquellas mujeres con las que uno sueña en las noches solitarias de tormenta. Tendría veinticuatro o veinticinco años, era pelirroja de ojos azules, nariz peque
operación centauroCon la cabeza recostada contra el respaldo del asiento, el comandante Robert White permanecía atento a las indicaciones del tablero de instrumentos. Volaba a una velocidad de m
orden: ejecuciónLa plaza de San Marcos estaba casi desierta. La tarde era fría y una llovizna helada caía sobre Venecia desde hacía varias horas. Pierre Lenoire bajó del transbordador y se dir
profesionales de la muerteTom Martín lo había perdido todo. Arrojó las cartas sobre la mesa y levantó la cabeza hacia Simley que lo contemplaba con una sonrisa cínica. —Lo siento, Tom. Hoy no era tu noc
sabor a muerteLas balas silbaban por todas partes sembrando el pánico, la muerte y la confusión. Él rugido de las ametralladoras se mezclaba con el estruendo de los misiles y las explosiones
sangre inocenteAbdel sentía un odio visceral hacia los franceses. No era un odio gratuito. Sus dos hijos y su nuera, miembros del FLN1, habían caído en la lucha contra el invasor. Sin embargo
tigres voladoresEl viejo Bentley se detuvo frente a la barrera de la base. Un gran cartel situado sobre la alambrada, advertía: «Zona Militar: Prohibido el paso». El conductor aguardó paciente
tráfico de armasEl camión se detuvo frente a unos enormes barracones de almacenaje que estaban próximos a los muelles. Las puertas se abrieron y el camión entró en el barracón. El conductor sa
tratamiento diabólicoEl coche tomó bruscamente una curva y enfiló por una pendiente de la gran cornisa. Debajo, el mar rugía enbravecido y las olas golpeaban violentamente contra el acantilado leva