llovido del cielo
ACODADA sobre el alféizar de la ventana, Marilyn Kinley tendió la vista a lo largo de la senda que bajaba hasta su casa. En sus ojos, más que temor, se leía la extraña decisión de matar o ser muerta. Sabía que Peter Hale, el lugarteniente de Dan Talbot, alias «el Tuerto», y sus repugnantes pistoleros, podían aparecer de un momento a otro y no estaba dispuesta a dejarse sorprender por ellos. Aquella parte de Colorado, próxima a las Montañas Rocosas, estaba poco habitada.