PAÍS LIBRO

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alfred revetllat fosch

la lista de sangre

MacClean dejó que sus tres hijos y sus vaqueros dispusieran todo cuanto había que disponer para que el lugar escogido, un reducido calvero en la linda de la pradera con el incipiente bosquecillo de pinos que bordeaba el monte, se transformase en agradable campamento. MacClean no estaba fatigado al término de aquella jornada, la décimo octava desde que salieron de Cuatro Caminos, a donde habían ido a vender ciento cincuenta caballos de la mejor estampa y perfectamente domados, pero sentíase a gusto fumando su pipa, sabiendo que sus muchachos podían pasar sin su ayuda.