PAÍS LIBRO

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alf manz

tánger

AZIM subía los peldaños de la escalera procurando no hacer ruido. Echaba de menos sus habituales babuchas, no se acomodaba a la vestimenta europea: la chaqueta le estaba estrecha por las axilas, la corbata le ahogaba y, sobre todo, los zapatos le oprimían los pies. Sacudía inconscientemente la cabeza, como si le estorbase el sombrero flexible. Al llegar al rellano de la escalera se detuvo unos instantes, haciendo oído: aquel piso, con su largo corredor central iluminado débilmente, se le ofrecía, solitario, silencioso, en calma. Abajo, en el vestíbulo y patio del lujoso hotel, se escuchaba el rumor de una conversación ininteligible: el conserje estaría conversando con cualquier huésped trasnochador para matar el tedio de las horas nocturnas.