jack, el invencible
NO es usted demasiado impulsivo? —preguntó ella, sonriendo, y echando hacia atrás la cabeza para rehuir los labios que buscaban los suyos. —No sonría así, por favor; que me entran calambres por las piernas —aseguró él, mintiendo exageradamente, pues marcaba los pasos de la rumba con la maestría de un bailarín profesional—. Créame, esto ha sido un flechazo de los que van quedando pocos. Verla, quedar deslumbrado por sus negros ojazos, sacarla a bailar y sentir el corazón a ciento por hora y un hormigueo en los dedos, todo ha sido uno, señorita Page. En mi vida había visto una boca como la suya ni tenido en mis brazos un cuerpo tan… digamos, escultural. —Creo que ha bebido usted demasiado por esta noche, señor Fletcher.