hampa de frac
EL largo y feo coche celular describió un arco en el gran patio de la prisión de la Santé, rozando los muros, altos, viejos y horadados por ventanucos enrejados. Fue a detenerse junto a una puerta metálica. Apeóse el guardián uniformado que acompañaba al chófer en el «baquet». —Que no se entretengan demasiado —recomendó el conductor, mientras se llevaba un cigarrillo a los labios—. No me agrada la idea de que se nos eche encima la noche antes de llegar a Fresnes. —¡Bah! No hay miedo. El cargamento de hoy se compone de peces chicos, según tengo entendido. Resonaron duramente las botas herradas en las piedras, al acercarse el guardián a la puerta. La golpeó por dos veces y dijo al individuo que asomó parte del rostro por la rejilla: —Ya estamos aquí. No tardéis, que van a dar las seis.