el último safari
Cada vez que pensaba en la caprichosa petición de Penélope, le entraban sudores porque, en realidad, estaba loco por aquella muchacha. Había conocido otras mujeres, pero al tropezar con Penélope Moser, hija de uno de los más importantes distribuidores de aparatos de televisión de Gran Bretaña, se sintió cautivado por ella, y no precisamente por la posición económica del padre. La realidad triste, pero realidad al fin, era que el padre de Penélope, como buen escocés, no abría la mano ni siquiera cuando le golpeaban en ella. Era un avaro y su hija estaba empezando a estar más que harta de las restricciones excesivas que la poca generosidad de su padre le imponía.