PAÍS LIBRO

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alex simmons

el alma de la cobra

Desde detrás de la mesa de su despacho, Ravan Utanipah abrió desmesuradamente los ojos. El terror hizo que sus pupilas disminuyesen de diámetro hasta no ser más que dos puntos minúsculos. Algo invisible, pero férreo, apretaba su garganta como un dogal de acero.